Lo que pasó ayer, 6 de octubre en las asambleas barriales
Por:
Jorge Ríos
Presidente JAC la Ladera
Lo que
presenciamos ayer hace parte de una degradación sistemática del oficio del
actor comunitario, un rompimiento de la comunicación entre la política y la
comunidad, un grito de alerta para ver como la institucionalidad se opone a lo
comunal.
En el primer aspecto, cuando se
estigmatiza al actor, con una generalización que lo pone como corrupto, ladrón
delincuente, entre otros apelativos, no es gratis, se le pone como el
causante de que un mecanismo de participación o estrategia ciudadana no funcione, porque en el fondo, se le
tiene miedo, y claro está, quienes participamos desde ya algunos años en ello,
sabemos del potencial que tenía la dinámica antes de ser institucionalizada; actores de distintos
niveles, juntos, pensando, construyendo territorio (sí, con la voz alzada, mal
vestidos en algunos casos, bruscos en la expresión ) , a esos, hay que temerle, a la larga ellos serán una
piedra en el zapato en esa idea de construir ciudad al antojo y al pedido de
todos menos de quienes viven en ella. Actores que se apropiaron de la dinámica
que la constitución había anunciado, proyectado; casi veinticinco años después viene como en los tiempos de las tres patrias
que hemos tenido en Colombia, el ejercicio de constreñimiento, de arrebato,
de estigmatización para justificar el cambio o "formalización del proceso
de PL y PP", ello se conoce en la historia de las sociedades como un ejercicio
de degradación, lenta y sistemática. Puede
que encuentren muchas razones para quitarnos la dinámica, pero se les
olvida que nosotros, la comunidad, ya aprendimos a discutir, y su estructura avasallante, la que proyectaron
con su técnicos al servicio de una ideología municipalizada, en el nombre del
empleo que se puede y no del que se quiere, o se requiere, no logrará que su
materialice la infamia con un ideal que tanto se esperaba, ser comunidad.
Dos, un rompimiento de la comunicación
entre la política y la comunidad, un buen político valida el trabajo
comunitario porque sobre él descansa en parte el tejido social, el conocimiento
de las estructuras invisibles, de los sentidos reposados, de las voces ausentes
y presentes. Un buen político no crea atmosferas para disminuir imágenes de seres
empoderados por la contínua creación de iniciativas para exorcizar el miedo, desterrar
el odio, o jugar por la vida en medios hostiles, no, un buen político reconoce,
amplifica los buenos ejemplos que se dan en la micro-vida, no trae, con el pretexto
de la gestión de lo que nunca se gestiona, la cultura, la conducta hegemónica que le dice a los líderes y actores, córranse
que aquí todo está normalizado, lo que ustedes hacen es “artesanal”, la política y la comunidad son dos estados necesarios para el buen
vivir, dos fuerzas poderosas cuando trabajan juntas. En un primer ejercicio, se
pretendió que las juntas de acción comunal perdieran su derecho a tener su delegado, luego a que no pudieran
hacerse cargo de la asamblea barrial, las voces preparadas de los técnicos de
registraduría así lo anunciaban. Y fue ahí donde política y comunidad se
rompieron, tanto lo sabe la actual administración que nos presenta una jornada exitosa,
omite lo datos que contrastan la realidad a que al menos permitiría ver en
tablas o gráficos cómo el pasado fue mejor, se presenta el dato o registro del
actual y se omiten los valores obtenidos de los años 2010, 2011, 2012, ahí la
política de turno asalta al ciudadano con su manejo de prensa. La verdad es que
cuando el político cree en una comunidad empoderada, no guarda los datos, los
estudia y muestra la cara real de los
asuntos. Estamos mal de política, no de comunidad, los resultados obtenidos son
duros y lamentables, nos alegra saber
que muchas personas sin empleo tuvieron empleo, sí, ese que ofrecen cooperativas
como la de la registraduría y otras. Pero nos duele el simulacro.
Y tres, la institucionalidad se opone a lo comunal. Muchos de los
ciudadanos que laboraron en el simulacro de participación, venían preparados
con frases como “que las juntas no asuman que las votaciones son de ellas o
para ellas”, “que se vea que es un proceso distinto a los años anteriores dónde
las JAC manipulaban las cosas”, y allí me surge la siguiente pregunta: ¿Y las
JAC que lo hacíamos bien? ¿Qué fuimos felicitados
por nuestra participación con tenacidad en las anteriores experiencias,
haciendo perifoneo, pegando carteles, haciendo pedagogía con los tarjetones,
soñando con las personas, animando la participación? En esta ocasión se vio el poder de la municipalidad sobre los
dignatarios, ni la mesa que les sacamos, si la extensión, servían, claro, se
construyó el gesto que dice: “vienen de las JAC y ellas nos contaminan” “se vuelven
corruptos, malos” etc. El movimiento comunal debe pronunciarse, no trabajamos
al lado de la municipalidad, quisimos y no
fue posible en muchos de los casos, cómo viajar con alguien que sin
montarse al transporte ya presume que cuando te duermas te van a atracar, a
robar. Los gestos, el lenguaje usado ayer, es un mensaje de no comunicación con
los comunales. Uno sueña con que su trabajo, Adhonórem, tenga aprecio, valoración
por una municipalidad. Todo el desplante que se les hizo a las JAC se vio
reflejado en las bajas votaciones, en la
diminución de delegados y en la perdida de ilusión de la PL y el PP. Los
comunales han mostrado con resultados más amplios y menos gasto en publicidad
lo que vale la participación.
octubre 8 de 2013